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RESEÑA DE LIBROS
En: www.scenia.org
17A37/CCKrítica/MiresCRC/EMM.SceniaReview.

Fernando Mires

CRÍTICA DE LA RAZÓN CIENTÍFICA,
de Fernando Mires

*** La posición en la que nos encontremos frente a nuestro eventual objeto determinará, en gran medida, nuestra apreciación de éste. Puede que seamos comerciantes ajenos a toda vida académica, acaso estudiantes de pregrado de una profesión científica o, tal vez, profesores de especialidad en el campo de las Ciencias Naturales, en una prestigiosa universidad latinoamericana. Puede que seamos investigadores de campo con veinte años de experiencia o funcionarios públicos con responsabilidad política y administrativa. Si para el caso, nuestro objeto es la "ciencia", cabe esperar que la percepción que de ella tengamos será más autoritativa en la medida en que nuestra vida tenga más interacciones e intersecciones cualificadas con ella (dentro de ella, desde ella y - ¿por qué no? - excentrada de ella). Y si fuéramos interrogados sobre este objeto nuestro, a más de uno tentará pronunciar una definición de vademécum basada en tal o cual autor, que enfatice ora el producto, ora el proceso, ora la utilidad. Afortunadamente tenemos quienes van más allá de toda visión unilateral, consumista, utilitarista, apologética o diatribática, y configuran una visión multifacética, multilateral, que toca no sólo a los discursos, los métodos y los cánones, sino también a los sujetos, las organizaciones, las culturas institucionalizadas; y Fernando Mires es uno de ellos. Esta vez el sociólogo chileno nos obsequia su "Crítica de la Razón Científica".

*** Escrito en consonancia con la tradición Kantiana, y extendida a través de las lecturas de Weber, Arendt, Luhmann, Freud y otros autores no menos significativos, éste es un libro que puede leerse a tres niveles: general, particular y específico. En el primero, la crítica hace de la profesión científica su objeto, enfocándola en sus espacios:
a.- microsociológico
(aquel que conviene a los sujetos y las agencias de la ciencia),
b.- discursivo - metodológico
(que compromete tanto al pensamiento, conocimiento y las actividades propios de la ciencia en general y las ciencias particulares) y, por supuesto, en el espacio que denominaré a falta de mejor nombre, c.- macrosociológico (aquel que refleja la interacción entre la praxis científica y las sociedades que la albergan y/o la hacen resonar); en el segundo nivel, la crítica gira en torno de las ciencias sociales - en el que el autor invoca experticia - y saca a relucir el problema de la objetividad frente a la ya desenmascarada "ideología". Finalmente, en el tercer nivel, la crítica se circunscribe al dominio de la política y su tema de fondo es el "derecho" y el "hecho" del estatus científico para una disciplina que aborda los discursos y las actividades que se califican de "políticas".

*** La primera parte del libro se denomina: "Teoría de la Profesión Científica". Sobre su objeto, Mires articula difusamente el discurso como la biografía de un(a) estudiante que, sensible al llamado de la ciencia y la vida académica que le circunda, va dando sucesivos pasos en pro de un ideal - estereotipado al principio, realista después - que irá construyendo en el curso de su vida universitaria según el modelo alemán. Nada está definido de antemano y cada paso avanzado no es garantía ni de continuación ni de éxito profesional al concurrir en el periplo tres amenazas potenciales a la continuidad del proyecto y tres "características" de añejo sabor medieval, que son azúcar amargo al gusto y pesada carga a sus espaldas. El primer grupo lo constituyen: la inseguridad o incertidumbre de la carrera, la selección económica de los recursos humanos y los aspectos propiamente formativos (que implican renuncias y sometimientos paternalistas, con el agravante de la pérdida de autonomía). Las características contextuales son: la impronta feudal, religiosa y gremial-corporativa de las instituciones y prácticas académicas. La imagen que - lo dijimos ya - está pensada para la universidad alemana, se disipa relativamente ante el modelo norteamericano, de corte empresarial, con mayor dinamismo pero que de ningún modo reporta el máximo beneficio a la autonomía profesional. El autor renuncia a prescribir un punto arquimédico entre los dos modelos, auspicioso para las universidades del futuro, y, por el contrario, va describiendo en la experiencia de su estudiante - modelo, los esfuerzos, desventuras, logros y desengaños que han forjado su carácter, alimentado su pasión, transformado la vocación en "profesión". El sabor meritocrático que se desprende de este último segmento no puede ocultar el hecho de que sus activos sean, por cierto, mínimos dados los ingresos abortados, las salidas lamentables y las infiltraciones disfuncionales por la ruta crítica. El mensaje es claro: Ningún científico viene a la ciencia desde la ciencia, sino que tendrá que iniciarse, inculturarse, socializarse, despercudirse de los vicios de afuera, macularse con los de adentro, impregnarse de sus virtudes, antes de llegar a ser - si lo logra - un investigador proficiente, un catedrático. El conjunto deja entrever cuán lejos está la casa de la ciencia de la inmaculada imagen que el cientismo predica de su nivel discursivo - metodológico.

*** La conclusión anterior podría leerse como falacia si los aspectos organizativo - institucionales del aprendizaje, la investigación y la docencia no interactuaran con los discursivo - metodológicos (conocimiento y procedimientos científicos). Pero tal no es el caso.

*** Haciendo un giro tópico, la crítica enfoca la capacidad de autolimitación de las ciencias en paralelo a la propia de los sujetos, y las considera parte importante del aprendizaje social al que unos y otros están sometidos. Desde las ciencias, esa capacidad de autolimitación se expresa, en primer término, en los conceptos, que son las abstracciones y construcciones convencionales que nos permitirán orientarnos en el pensamiento y evitarán, de este modo, que la actividad pensante se desborde en los ensueños o en la fantasía. Otra autolimitación no menos importante respecta a los procesos de investigación y desarrollo, por la afectación potencial o real que éstos puedan tener sobre los sujetos y sociedades. Una tercera autolimitación tendrá que ver con el ser mismo de la ciencia, que debe estar exenta, en la medida de lo posible, de objetivos ulteriores y parásitos 'interiores', llámense éstos políticos, religiosos o ideológicos.

*** Para dar cuenta de la primera autolimitación, Mires funge de guía por un surrealista mundo del pensamiento, al mejor estilo de los clásicos del ocultismo victoriano que conducían de la mano a sus discípulos (o sus lectores) por los silvestres territorios de los pretendidos mundos astral y mental (1). Primero, no tiene empachos en psicoanalizar la vocación científica por lo desconocido, atribuyéndola a un miedo basal relativamente superado y transformado en deseo de realidad, y a una vocación de poder. Luego, nos presenta los instrumentos y procesos con los cuales desencantaremos al mundo: los conceptos serán los instrumentos mágicos; la conceptualización y la experimentación, sus juegos. Así premunidos, nos inicia en las "gradaciones" o "submundos" de la razón, en los que el gnoseonauta podrá contactar con sus "habitantes", sus "propiedades", su "fenomenología", sus "guerras", sus "riesgos". De este viaje por el país del que algún día seremos ciudadanos, llegamos a comprender, con Kant, que el pensamiento es, por naturaleza, ilimitado y peligroso, y que, por lo mismo, requiere de autolimitaciones morales, religiosas, filosóficas, científicos, o de otra índole, para no perderse en la pura especulación, que conduce muchas veces a la locura cuando no al suicidio. Y para Mires, los conceptos, si no límites, son las guías para el pensamiento, que en cualquier momento podemos desbordar.

*** Para dar cuenta de la segunda autolimitación, Mires se vale de los sonados abusos de la ciencia como la explosión de la bomba atómica, y mira con desconfianza los actuales prospectos para intervenir en el genoma. Tiene que dar respuesta a las voces que claman por contener la investigación científica en pro de la supervivencia del planeta y de la especie humana. Para ello pone en paralelo el kantiano distingo entre la ilimitación del pensar y la necesaria exolimitación de la acción con el Heisenbergiano distingo entre "descubrimiento" e "invento", entre la irrestricta autonomía del primero y la necesaria exorregulación del segundo. Sin embargo, el autor es conciente de la imbricada y mutuamente condicionante relación entre ciencia y tecnología, por lo que invoca un criterio de razón práctica: "que el límite debe ser establecido cuando la capacidad destructiva de una invención supera su capacidad productiva" (pp. 68). Un valor agregado de esta sección es las avenidas por las que discurre el razonamiento ético que se hace frente al desafío de la genética moderna.

*** Para dar cuenta de la tercera autolimitación, Mires no sólo es crítico con las pretensiones cientistas de la "ciencia exacta". Lo es también con todos aquellos proyectos extracientíficos (políticos, morales, religiosos, etc.) que hacen uso y abuso de la ciencia, en nombre de la ciencia y, no pocas veces, en vez de la ciencia. Como Weber, denuncia a los pensadores y docentes que aprovechan de su posición privilegiada en las aulas para hacer proselitismo de una causa extracientífica, por más bienintencionada o sublime que ésta sea o parezca: a ellos los bautiza con el irónico apelativo de "profetas". Para algunos esta postura del autor sonará a purismo científico, exclusivismo de casta o, tal vez, segregacionismo. Pero si consideramos los casos del Nazismo y el Marxismo que, a su modo, llegaron a secuestrar la ciencia y la hicieron proclamar en forma de "verdad científica" la teoría de las razas, una, y la teoría de las clases, la otra, dictando de este modo la agenda científica a su ton y son, comprenderemos la necesidad de la separación de planos. Para que la ciencia pueda cumplir su cometido no puede comprometerse con ningún proyecto, concepto o idea extracientíficos; no puede ni siquiera dar por sentados sus logros teóricos pues éstos, aunque tenidos por verdaderos, siempre resultan provisionales a la luz de la historia.

*** Los ideólogos o profetas conocen la verdad como un apriori y la defienden como un absoluto. Ellos no necesitan investigar (no saben hacerlo) ni promueven la investigación (o lo hacen hasta donde les conviene). Se oponen sistemáticamente a las nuevas ideas - máxime cuando entran en flagrante contradicción con sus compromisos religiosos, políticos, "cientistas" o de otra suerte. Esta clase de personajes es peligrosa como docentes: crean adicción o confusión, pervierten el espíritu de la ciencia. Y téngase en cuenta que su movilidad no se produce sólo desde fuera de la ciencia hacia la ciencia, sino que puede proceder, también, desde las entrañas de la ciencia hacia la ciencia misma. Y si son tan peligrosos, ¿cómo es que tienen cabida en las aulas de clase? Mires en este libro analiza los factores que posibilitan su presencia y operancia, que exceden lo estrictamente académico y científico, que se articulan con lo ideológico, lo político y lo social, y que pueden listarse como: cualidades científicas e intelectuales, relaciones numéricas de poder, relaciones personales y "suerte" (para el acceso a la representación académica) y dominación racional (legal), tradicional y carismática (para el ejercicio del poder). Una revisión y consideración de los mismos lo dejamos para el lector.

*** La segunda parte del libro lleva un título sugerente: "Acerca del principio de objetividad en las llamadas ciencias sociales". Si cabrían otros, éstos podrían ser: "Excurso por una Detoxicación de la Ciencia Social" o "Crítica de la Razón Ideológica"; luego, los conceptos de "ideología" y "objetividad", más su interacción en el "perpetuo-hacerse-de-la-Ciencia" signarán este apartado.

*** Para Fernando Mires, de la mano de Weber, es la ideología y no la religión la auténtica enemiga de la ciencia. De ella nos ofrece múltiples imágenes e ideas, todas con adjetivación negativa, aunque conservando un núcleo de necesidad. Trátase de "sistemas cerrados de explicación, cuya pretensión de "absolutidad" se realiza al precio de congelar ideas, deteniéndose así la circulación e intercambio entre ellas..."(p. 149). Se sirve(n) del pensamiento religioso, filosófico, científico y político, transtornándolos e interfiriéndolos a todos. Dicha ideología es expresión de la inercia de los conceptos y teorías que se resisten a morir (destino normal y necesario en la ciencia) y persigue el encubrimiento y legitimación de los poderes que representa. La objetividad, por su parte, el tema de los temas de la ciencia, no es una situación dada previa al discurso y fuera de toda constricción paradigmática. Es, más bien, un tipo ideal a alcanzar , o una idea reguladora, y una construcción colectiva producto de la discursividad y la transferencia, antes que una realización individual u oligárquica propia de genios o personas excepcionales. ¿Cómo se relacionan objetividad e ideología en el marco constructivo de la ciencia? - A través de encuentros y desencuentros cuya exposición demanda al autor hasta cuatro secciones

*** En "Ciencia como ideología", la crítica alcanza a Weber y su conocida tesis del "desencantamiento del mundo" que seguiría a la ciencia gracias a su articulación conceptual - teórica - paradigmática de la realidad. Aunque bienintencionada, esta tesis es parcial, mecánica e ideológica; lo uno porque, en efecto, con la puesta de objetos y acontecimientos del mundo en el concepto, ganamos terreno a lo mágico y misterioso, pero a cada avance de la ciencia (léase: desencantamiento) sucede - quizás a escala geométrica - la apertura de nuevos espacios de no-cientificidad (léase: ciencia-ficción, ocultismo, ideologías y utopías, sueños y mitos sociales); lo otro, porque esta tesis supone una causalidad directa, sin considerar mediaciones subjetivas e irracionales de ningún tipo (de lo que sí tiene mucho que enseñar el psicoanálisis); lo final, porque se exagera el poder de la ciencia y se le atribuyen activos y funciones que no tiene - y que quizás nunca debería tener. El reencantamiento de la realidad irá a la par con un desencantamiento de la ciencia.

*** Un pasivo adicional será la sobrealimentación de la utopía científica de quererlo explicar todo, con la consecuente formulación de sistemas científicos, y la petrificación de sus conceptos y teorías, ya devenidos "ideología" (casos emblemáticos: materialismo histórico, psicoanálisis postfreudiano, etc.). Pues bien, para Mires, "el primer paso para alcanzar cierta objetividad en la ciencia es renunciar a construirla desde una perspectiva ideológica" (p. 149).

*** En la sección siguiente, el autor se pregunta ¿qué es la objetividad? Ya ha dado un avance a esta cuestión al pronunciarse sobre el carácter discursivo y regulador de este concepto, que no situacional (p. 115), ahora se trata de reforzarlo a través de modelos y características. Para eso, acude una vez más a Weber y a su polémica con el marxismo. Recordemos que para los autores marxistas, la objetividad científica y la toma de partido (compromiso ideológico) por los intereses del proletariado hacia un objetivo metahistórico (historicista), no sólo no entran en conflicto sino que son mutuamente necesarios. Weber, en cambio, se vale de la idea de una ética profesional y los modelos de una revista científica y la metáfora científico - judicial para ilustrar el concepto de marras, dando al "César" de la Ideología lo que es de la Ideología y al "Dios" de la Ciencia lo que de la Ciencia es.

*** En cuanto ética profesional, Weber destaca el concepto de responsabilidad y deriva que el primer compromiso del científico es con su ciencia (Marx diría con su sociedad - o mejor - con el proyecto social del Marxismo, confundiendo los planos) y, por tanto, no debe permitir su ideologización so justificaciones metahistóricas. Se enfrentan de este modo la "despersonalización" weberiana y la "alienación" marxista.

*** Sobre la revista científica como modelo, ésta es un medio de comunicación entre un grupo de científicos y un público especializado o profano. Por medio de ella la ciencia sale de su esfera esotérica y deviene res pública. Por otro lado, la edición de la revista y su publicación demandan procesos discursivos en los que se debe asegurar la diferencia de posiciones, caso contrario trataríase de una publicación ideológica, donde todos los autores son pensados por el dictum de la institución religiosa, el partido político o la constelación ideológica intrínseca a ellos. La revista científica puede admitir incluso contribuciones ideológicas para de este modo asegurar y argumentar las diferencias, evitando de este modo la propia ideologización de la ciencia.

*** Sobre la metáfora científico - judicial, el coplado Mires - Weber equipara la labor del científico social con la del juez, que no con la del abogado defensor ni con la del fiscal acusador, poniendo así en apuros a los ideólogos del marxismo.

*** Notas de objetividad serán, pues, la res pública, el respeto de las diferencias y la tolerancia, la discursividad crítica y su método de disección conceptual, la imparcialidad y no-compromiso con objetivos extracientíficos (lo que le asegura autonomía a la ciencia), entre otros.

*** Cabe destacar acá que Mires es simétrico en su valoración. Si bien enemigo declarado de las ideologías, reconoce su necesidad, su presencia extracientífica e intercientífica, y su potencial científico (correlato del potencial ideológico de las ciencias) que debe ser reconocido, liberado y actualizado.

*** No podía faltar en una obra de esta envergadura un tratamiento crítico de la ciencia social al más alto nivel, esto es, paradigmático. El autor lo presenta bajo el título Sobre paradigmas y otras cosas. Para Mires es importante ampliar el marco de esta categoría para que dé cuenta simultáneamente de los fenómenos científicos como de las ocurrencias sociales (en su discurso pasa fluidamente de uno a otro plano). Aquí coincide con Thomas Kuhn (2) en trascender el purismo científico y el marco estrictamente epistemológico a la hora de estudiar la historia de la ciencia, pero no puede contemporizar con él ni en lo que concierne al alcance de la unidad "Paradigma", ni en lo que respecta al cambio paradigmático. Sobre el primer aspecto de su divergencia, considera que la unidad Paradigma es, al mismo tiempo intercientífico (hasta aquí llega Kuhn) y extracientífico, pues la ciencia real es tributaria tanto de sus márgenes como de su pasado no científicos. Sobre el segundo aspecto, esgrime que la metáfora revolucionaria está sesgada, que no la única vía ni la más frecuente, y que su procedencia y popularidad son tributarias de un contexto extracientífico. Pero quizás es el tratamiento de la objetividad - tema del apartado - lo que más le urge una lectura ampliada de Paradigma. Fleck y Witgenstein son sus aliados de ocasión. Del primero toma prestadas las nociones de "estilo de pensamiento" y "pre - ideas", así como la tesis de la determinación exotérica de la esoteria científica; del segundo aprovecha al máximo la teoría de los juegos del lenguaje. El paradigma se convierte de este modo en un juego con reglas muy precisas, que predetermina los grados de libertad del juego de los actores, incluyendo las operaciones no permitidas - extra o antiparadigmáticas - en relación con él. Y la objetividad, la subjetividad, la verdad y falsedad entre otros constructos sólo tendrán lógica dentro del Paradigma. Se comprende por qué las crisis del juego-lenguaje-paradigmático, que afectan a y son determinados por - ya lo vimos - tanto los actores e instituciones científicos y extracientíficos, son en primer lugar crisis de comunicación, pero - insiste el autor - tienen lugar en condiciones y con salidas no - revolucionarias antes que revolucionarias.

*** El apartado termina con un excurso sobre ciencia y metafísica. Como se recordará, habíase adelantado que la objetividad, independientemente a que se logre o no, era un tipo ideal, una idea reguladora cara a la ciencia. También se dijo que era una construcción paradigmática y que, por lo tanto, no tenía sentido más que dentro del paradigma, o con referencia a él. Pero, si se trata con construcciones ideales, tenía que explicarse en qué sentido lo son, cuánto de metafísica comportan, cuánto de metafísica puede admitir - o no - la ciencia y, finalmente, cómo a través de dichos tipos ideales - metafísicos se construye y deconstruye el conocimiento objetivo. Para resolver todos estos problemas Mires construye el puente teórico Kant-Arendt-Weber para proyectarse allende sus márgenes.

*** Con Kant aprendimos otro sentido de dialéctica, una que reside sólo en el pensamiento, no en la cosa. Aprendimos a apriorizar la realidad como condición para descubrirla/construirla, para no perdernos en la divagación mental a la que el pensar es proclive. Con Arendt nos introducimos en la metafísica de las ausencias que caracteriza al pensar. Con Weber generamos tipos ideales para aprehender las cosas, los hechos y su causación en su particularidad, donde las tipologías tienen carácter instrumental y provisional, siendo su destino ser reemplazadas por otras tipologías en tanto avancemos en el conocimiento. Con Mires, generamos tipologías de tipologías como alternativas para conducir la investigación en ciencias sociales. El autor enumera tres funcionales (tipologías empíricas, analógicas y paradigmáticas) y una disfuncional (tipologías ideológicas).

*** El aspecto más interesante de esta sección es, a nuestro modesto entender, la puesta en causalidad de los hechos históricos, quizás el nudo gordiano de las Ciencias Sociales, quizás la espada de Damocles de la objetividad científica (y la clave de la incertidumbre - ¿resistencia? - de nuestro autor sobre el estatus científico de estas disciplinas). Weber proponía la adecuación selectiva del pasado al futuro, a efectos de causalización de los hechos históricos. Mires le cuestiona el referente de la adecuación (que no puede ser otro que la intersubjetividad, no necesariamente unificada, de los científicos); le critica - y a la vez comprende - por su rendimiento al protocolo conservador, que no le auxiliará ni le prestará gran servicio cuando el pensamiento tenga que trascender el paradigma. A ello opone el autor la fiereza leonina de una Arendt quien propone la vía contraria, esto es, la adecuación, también selectiva, del futuro a un pasado "construido", es decir, cada hecho (re)construye su propio pasado. Mires hace un paralelo y sugiere una unificación entre el proceder de la historia y el del psicoanálisis a la hora de tratar con el pasado. ¿Se entiende ahora el por qué de su benevolencia con el psicoanálisis como ciencia y su criticismo de la historia (sociología/política, etc) como tal?

Hasta aquí el contenido principal del libro.

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*** Y como ya estaba anunciado, la obra cierra con un anexo-pregunta: "¿Política como ciencia?" en el que respiramos a un autor desencantado de los habituales discursos autocomplacientes que acostumbran los ideólogos de la ciencia; y donde más que certezas y completudes nos transmite dudas e inseguridades, pero lo hace reflexivamente. Sabe, desde adentro, que las ciencias sociales en general - valga esto para la política - atraviesan una seria crisis paradigmática (signada por el trauma existencial y la predominante discursividad autorreferente que no objetual); que el pasado fundacional de [ciertas] antiguas y prestigiosas instituciones académicas no obedece principalmente a razones científicas, como tampoco lo hace el estatus científico de sus discursos y prácticas en conjunto, que, cuando no un apriori, resulta de circunstancias humanas favorables (tiempos políticos y juegos de poder, concurrencia de voluntades, convenciones, etc.) antes que de razones epistémicas.

*** En la lectura de Mires, los tiempos que vivimos son pos-modernos, pos-ideológicos, donde las ideologías empero existentes, han perdido su gran poder articulador y vinculante, arrastrando con su degradación a las prácticas sociales (vg. la política como actividad) y a las ciencias (ideológicas) que se estructuraron según su tenor (vg. las ciencias sociales y la política como ciencia). Unas y otras tendrán que reprogramarse de conformidad a los tiempos, con sus instrumentos cognitivos, en una suerte de terapéutica de largo aliento (la metáfora psicoanalítica no es gratuita) que tiene como posibilidades el aferramiento patológico y suicida a la ideología o la saludable ruptura y reformulación epistemológicas. ¿Cuántas ciencias - y científicos - sobrevivirán a este giro? - parece preguntarse el autor.

*** En este escenario, el caso de "la-llamada-ciencia-política" adquiere visos dramáticos porque, además de tener que ejercer replanteamientos en su ubicación temporal (pos ideológica, no historicista, con eje de gravedad en el presente), su condición componencial: la unidad indisoluble sujeto - objeto (actualización obligatoria de toda ciencia a los tiempos posmodernos), en su substancia propia: recurso a la desideologización (requerimiento "terapéutico" caro a toda ciencia social), en su lógica interna: no racionalista, "sobrerrepresentacionista y discursivista" /vs/. "causalista y monodeterminista" (condición paradigmática), tendrá que enfrentar a las características propias y de contorno de su objeto: la política y la sociedad (presiones ideológicas, inter y extraprofesionales), y a sí misma en cuanto ativo y pasivo pueda invocar: juventud, autonomía, eficiencia.

*** Todo lo señalado y, particularmente lo último, representa para la ciencia política una crisis de identidad: sus científicos,

a.- No se sienten amparados por - ni pueden proteger- una tradición científica naciente y casi inexistente [juventud de la ciencia] frente a una apabullante tradición precientífica (filosofía política) y una relativamente más cuajada ciencia social (sociología, economía, historia,etc.) [autonomía científica]
b.- Tampoco les respalda su función proyectiva lo que se explica no ya por su corpus de predicciones no cumplidas sino por la miopía histórica o incapacidad de previsión (que no alcanza siquiera al corto plazo).
c.- Además de tener que lidiar con la crisis de su ciencia, tienen que hacerlo con la crisis de su objeto, que es ya no representativa sino paradigmática. Y
d.- Finalmente, no les es fácil ubicarse ante su objeto en vista de la naturaleza diferencial de ambas actividades, la científica y la política. Atendamos sólo a la relación entre los científicos de la política y los profesionales de la política; en la orientación y los tipos de flujo (ideas, sujetos) entre ambas instancias y constataremos la presencia de discrepancias entre los sentidos normativo (ideales) y efectivo (de campo).

*** Están, pues, en un campo de batalla entre la vida y la muerte cuyo tiempo histórico y ventana de oportunidad es el presente.

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*** Fernando Mires concluye esta obra aún sin decidirse si las-llamadas-ciencias-políticas efectivamente lo son; peor aún, no parece seguro - o prefiere reservar opinión - acerca de si lo debieran ser. Respetamos sus dudas y no marcharemos sobre ellas - después de todo no es asunto nuestro. Pero para terminar esta revisión, no nos resistimos a sintetizar una moraleja, que esperamos refleje el sentir del autor: Que la "ciencia" política guarde autonomía de la práctica política - y a la inversa -, es saludable; que existan vacíos en la retroalimentación bidireccional entre ambos, es un escándalo; que más profesionales conjunten en su perfil la formación científica y la profesión política, es una interrogante-programática; que estos últimos puedan diferenciar los planos de gestión y, en el intento, superar funcionalmente la tensividad interactitudinal, es lo ideal.

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Reseñado por: Eduardo Mendoza M.
Urania Scenia & Itipcap, 2006.

Nota: Para esta reseña se ha empleado el texto:
Mires, F.(2002): "Crítica de la Razón Científica". Editorial Nueva Sociedad, Venezuela. ISBN 980-317-192-5.

(1) Aquí estamos pensando particularmente en el teósofo Leadbeater.(N. del R).

(2) El lector percibirá que el autor elabora su trabajo sobre una lectura suigéneris de Thomas Kuhn.(N. del R).

Fe de Erratas: En la publicación original (agosto 2006), en el cuarto párrafo dice: "La conclusión anterior podría leerse como falacia si los aspectos organizativo - institucionales del aprendizaje, la investigación y la docencia no interactuaran con los discursivo - metodológicos (conocimiento y procedimientos científicos). Y tal es el caso". Nos alertan sobre la ambigüedad referencial de la expresión final, por lo cual hemos optado por sustituirla. Debería decir: "Pero tal no es el caso", ya que, de hecho, se dan interacciones entre a.-los aspectos organizativo - institucionales del aprendizaje, la investigación y la docencia, y b.-los aspectos discursivo - metodológicos, y esta interacción nos permite afirmar, con Mires (y sin temor a incurrir en falacia) que existe un desfase entre la casa de la ciencia y su producto, el conocimiento científico, el que deja de ser "inmaculado" habida cuenta de los "impactos extra-científicos" que recibe del entorno generativo, llámense universidades, empresas, laboratorios u otras instancias que auspician, practican y/o producen investigación. En esta presentación solucionamos el defecto de redacción y a pie de página interpretamos esta pista de nuestra lectura de Fernando Mires. //Agradecemos a Rafael Navarro por su oportuna observación y alerta.[N. del R.]

Fernando Mires
(1943)

Sociólogo chileno, desarrolla funciones docentes y de investigación en la Universidad de Oldenburg (Alemania), habiendo obtenido en 1991 el Título de Privat Dozent (máximo título académico que otorgan las universidades alemanas) en Política Internacional. Aborda temas de filosofía política, ciencias sociales y política internacional. Entre su prolífica producción bibliográfica destaca:

  • Cuba, la revolución no es una isla (1978).
  • El discurso de la naturaleza (1991).
  • El discurso de la indianidad (1992).
  • El discurso de la miseria (1994).
  • El orden del caos (1995).
  • Teoría política del nuevo capitalismo (2000).
  • El fin de todas las guerras (2001).
  • Teoría de la profesión política (2002).
  • Crítica de la razón científica (2003).

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