Todo hombre persigue la meta de la inmortalidad. Y consciente o inconscientemente presupone la existencia de otro mundo, en el cual continúa viviendo después de su muerte terrenal. Tom Johanson, secretario general de la Asociación Espiritista de Gran Bretaña, habla con Adriana, corresponsal de Siete Días, sobre los fenómenos paranormales y la invita a presenciar una insólita sesión poblada de presencias invisibles.
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Llego a Belgrave Square por la mañana temprano. Una luz inusual y muy refulgente ilumina la famosa plazoleta. Después de contemplar su reposada belleza y la distinción de las blancas residencias que la rodean, me detengo en el número 33. Una chapa de bronce indica que esta inmaculada mansión no pertenece a una de las varias embajadas de esta zona, ni es la morada de alguna acaudalada y noble familia, sino la sede de la Asociación Espiritista de Gran Bretaña. Imagino un interior cavernoso, poblado de nichos y rostros macilentos. La recepción, sin embargo, no puede ser más acogedora: tres atentas recepcionistas atienden los teléfonos, distribuyen cuidadosamente las horas para las consultas con los médiums y proporcionan todo tipo de información sobre las distintas actividades que allí se desarrollan. En la misma planta baja, una exhibición de libros brinda una cómoda sensación de formalidad, mientras que en el salón contiguo —en memoria de Sir Arthur Conan Doyle (creador de Sherlock Holmes y vicepresidente de la Asociación durante la primera década de este siglo*)— 75 butacas aguardan al público de una de las numerosas conferencias. En la sala de lectura el busto de Abraham Lincoln pretende recordar que, durante su lucha por liberar a los esclavos, el prócer norteamericano recibió ayuda de los espíritus.
Una escalera alfombrada me conduce luego hasta una de las salas donde una mujer explica a un grupo de espiritistas norteamericanos sus experiencias paranormales. El grupo, algo extravagante en su aspecto, escucha crédulo y confiado las sorprendentes revelaciones de Coral Poige.
—Comunicarse con un difunto no es demasiado complicado. Es como conversar con alguien que se oculta detrás de una mampara. Y aunque la voz se halla por lo general distorsionada, continúa siendo audible. Pero —aclara— como yo no suelo hablar con ellos, abandonaré el tema para relatarles en cambio algunos episodios sobre mi vida y mi trabajo. Soy hija única y, de niña, salvo por mi malsana fascinación por las obras de arte de los templos religiosos, era como todas las demás. Recuerdo que solía arrastrar a mi viejo tío por todas las iglesias de la ciudad y que, además de ametrallarlo con preguntas referentes a los muertos, me detenía a observar las imágenes sagradas. Cuando cumplí veinte años, una médium me dijo que yo era una retratista sensorial. Yo había estudiado arte, pero aún así su conjetura me pareció en aquel entonces bastante improbable. De más está decir que el tiempo le dio la razón.
Coral hace una pausa. En la sala reina absoluto silencio. Todos los rostros reflejan una gran expectativa por llegar a la fase de las demostraciones, el momento en el cual Coral Polge, a través de sus retratos, revelará los secretos escondidos detrás del enrejado de la muerte. Sensitiva y receptiva, ella es considerada una médium como pocas en el mundo, puesto que en vez de caer en trance o de transformarse en un instrumento pasivo, mientras se conecta con el más allá su comportamiento sigue siendo el de una controlada e inteligente participante.
Siempre con su aire de maestra indulgente, Coral repite que ella no es clarividente.
—Nunca veo a las personas que dibujo. Y nunca converso con ellas. Todos los retratos que realizo se basan únicamente en sensaciones. Vale decir que, en todos los casos, soy consciente de la personalidad de mis modelos. La percibo totalmente y hasta puedo afirmar que mientras trabajo dejo de ser yo misma para transformarme en quien estoy retratando. Hace algunos días, por ejemplo, mientras yo estaba retratando al padre muerto de una de mis clientas, le pregunté si su padre había tenido poliomielitis, ya que en aquel momento no tenía sensibilidad alguna en la pierna izquierda. "Es que a mi padre", contestó mi clienta, "le habían amputado la pierna izquierda". En otra oportunidad, y mientras yo retrataba al tío desaparecido de otra clienta, sentí la presencia de mi gato. Cabe aclarar que mi gato se llama Nelson y tiene un solo ojo. Le pregunté a la señora si su tío había tenido predilección por los gatos. "No", fue la respuesta. Le pregunté entonces si había tenido problemas con la vista. "No", fue la respuesta. Finalmente le pregunté si el nombre Nelson tenía para ella algún significado. "Sí", me contestó entonces la dama; "mi tío era propietario de un pub llamado Nelson". Ya ven ustedes —continúa Coral— como los espíritus se las habían ingeniado para proporcionarme un dato importante sobre el ser que yo estaba retratando... Deseo hacer un paréntesis, para decirles que no todos los mensajes que se reciben del más allá provienen de personas que hemos amado o querido profundamente. A veces ocurre que desean comunicarse con nosotros seres con los cuales hemos tenido una relación extremadamente difícil. En estos casos, se anuncian para hacernos llegar su arrepentimiento o explicarnos los motivos que los impulsaron a comportarse mal. Cuando esto ocurre, es importante tratar de otorgarles un poco de paz. Esto los ayudará.
Adriana, corresponsal de Siete Días
(en segundo plano), asiste a una sesión.
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Coral Poige promete a los oyentes que habrá de revelar algunas de las maneras de comunicarse con los difuntos, a quienes llama "almitas amorosas".
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Poige y su retrato del anciano dueño de la fiambrería.
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El secretario de la Asociación Espiritista, Tom Johanson, explica que la entidad se vale de fórmulas estrictas para evitar que algún falso médium se infiltre en la sociedad: "Les tomamos examen". |
LOS ROSTROS. Noto en el grupo norteamericano una cierta inquietud. Uno de los integrantes manifiesta abiertamente su ansiedad por asistir a las demostraciones. Y Coral Polge, siempre complaciente, explica que si bien no ha llegado aún el momento, ella mostrará a continuación algunos slides que comprobarán la similitud de sus retratos con las fotografías de las mismas personas cuando se hallaban aún en vida. El hombre se tranquiliza y, estirándose perezosamente, observa las proyecciones a través de sus gafas. El resto del público, magnetizado, parece haber iniciado su viaje al mundo de los muertos.
Coral proyecta una serie de slides de seres difuntos que, según ella, en algún momento regresaron de la Eternidad para dejarse retratar. Una mujer muy estrambótica y enardecida menciona la palabra ectoplasma, explicando luego que se trata de una substancia que materializándose desde el cuerpo de una médium, se convierte en una forma móvil y parlante. Alguien desliza las cortinas para que filtre nuevamente la luz. Y llega por fin el instante de la tan ansiada demostración.
Con una velocidad sorprendente, Coral Poige comienza a retratar a una anciana que cada uno de los presentes se esfuerza por identificar. La anciana, según la médium, había sido en vida una excelente cocinera y muy bondadosa. Coral sigue elogiando sus numerosas virtudes, pero una vez finalizado el retrato, la benévola abuelita queda en el anonimato. Sin perder el ánimo, Coral retrata ahora a una monja irlandesa que tampoco es reconocida. Luego le toca el turno a un anciano mofletudo dueño de una fiambrería (quien, siempre según la médium, solía fatigarse subiendo las escaleras). Si bien nadie está totalmente seguro de haberlo conocido, una mujer del grupo expresa que podría tratarse de su tío: en efecto, había sido el dueño de una fiambrería.
Sobre el lienzo aparece ahora el rostro de un médico también anciano. Hilda, una periodista y espiritista norteamericana, afirma reconocer vagamente esas facciones. Coral le preguntó a Hilda si ella, alguna vez, ha curado animales. Hilda le contesta afirmativamente. Estimulada, la médium le pregunta ahora a Hilda si en su infancia había sido mordida por un cocker spaniel. Sorprendida, Hilda le contesta que sí, agregando que el episodio había ocurrido cuando ella tenía 9 años.
Coral continúa hablando afectuosamente frente a los retratos de los muertos, denominándolos "pobre almita" y "almita amorosa". Por último, boceta el retrato de un niño rubio y aclara que se trata de una criatura muy nerviosa. El niño parece haberle comunicado su nombre y ella lo llama Bobby. Una mujer del grupo lo reconoce: se trata de su sobrino, muerto a los dos años de edad. Se llamaba Bobby y había sido un niño extremadamente nervioso. La mujer llora. Activada por este resultado, Coral realiza un último retrato: un árabe que nadie logra identificar.
Si bien la demostración no ha sido exitosa en todos los casos, nadie se demuestra desilusionado. El grupo se desintegra convencido de que, identificados o no, los retratos de Coral Polge —sin excepciones— han reflejado la imagen dictada por sus poderes sobrenaturales.
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DIAGNÓSTICOS Y TRATAMIENTOS. Mientras reflexiono sobre la veracidad de la creencia que, además de su cuerpo físico, el hombre posee un cuerpo astral que, desprendido de su contraparte física, flota en el espacio, me encuentro cara a cara con Tom Johanson. Tom es un hombre más bien bajo y robusto, de ojos fríos y penetrantes.
El secretario general de la Asociación Espiritista de Gran Bretaña es, sin embargo, un hombre afable, dedicado a diagnosticar y a curar las enfermedades de los numerosos pacientes que, diariamente, recurren a la Asociación. Me explica que la entidad existe desde 1872, pero que recién en 1962 se mudaron a este edificio. Me cuenta que, además de los ingresos que obtienen mediante las cuotas de sus 7 mil socios, la Asociación se financia a través de los aranceles de otros miles de visitantes por las consultas con médiums y por asistir a cursos y demostraciones.
"Diariamente tenemos cursos sobre temas apasionantes como el de saber aplicar nuestras fuerzas psíquicas, o como interpretar los símbolos astrológicos, o charlas sobre los templos egipcios, o sobre danzas rituales indígenas. Se realizan además demostraciones sobre videncias, para las cuales contamos con la participación de 50 médiums muy capacitados".
—¿Cómo puede usted estar seguro de la capacidad de los médiums? ¿Los somete a una prueba antes de incorporarlos a la Asociación?
—Así es. Porque aunque Inglaterra es considerada la cuna del espiritismo y de los grandes médiums, tengo que admitir que por cada médium capaz, existen diez incompetentes. Y desde el momento que la nuestra es la organización espiritista más importante del mundo, no deseamos que se infiltren aquí los mediocres. Para evitar esto, los sometemos a una serie de pruebas. Cuando surge un puesto vacante invitamos a médiums que están en lista de espera a presentarse con una serie de referencias. Luego, les rogamos realizar una demostración frente a un numeroso público que incluye varios médiums que observan su comportamiento. A veces la actuación es satisfactoria desde el principio, pero si por una cuestión de nerviosismo falla, les rogamos regresar y someterse a una segunda prueba. Si al cabo de dos o tres experiencias, el médium nos impresiona como competente, el puesto es suyo; de lo contrario le expresamos nuestro agradecimiento por el esfuerzo realizado y lo rechazamos.
—¿Es usted médium, Mr. Johanson?
—Yo me dedico a curar. Uno de mis mayores dones es el de diagnosticar la enfermedad con sólo colocar mis manos sobre el paciente. También trabajo en algunos hospitales, pero la mayoría de los médicos prefieren enviarme sus pacientes aquí.
—¿Les proporciona usted algún tipo de entrenamiento?
—Sí. Y si bien no puedo de ninguna manera asegurar mi infalibilidad, puedo decir con cierto orgullo que he curado a muchísimos pacientes, algunos muy graves. Pero, naturalmente, mucho depende del estado mental de los mismos pacientes. Algunos vienen a verme como última esperanza pero sin fe.
—Los pacientes, ¿tienen que abonar por las consultas y tratamientos?
—No. Este servicio es completamente gratuito. Pero, si por propia voluntad, alguno de los 500 pacientes que tratamos por semana, desea hacer una contribución, nosotros la aceptamos. De lo contrario, si no quieren o no pueden hacerla, los atendemos lo mismo y con el mismo esmero.
—¿Registran ustedes los resultados de los tratamientos?
—Mantenemos una muy precisa documentación: cada paciente tiene su tarjeta médica con el diagnóstico de la enfermedad que lo aqueja, los médicos que ha consultado anteriormente y los varios tipos de tratamientos a los cuales ha sido sometido. Después realizamos un informe sobre cada enfermo para poder, de este modo, seguir sus eventuales progresos.
—¿Es cierto que esta Asociación también se dedica a espantar fantasmas de las casas?
—Oh, sí, esto también es cierto... Aunque no siempre es cuestión de espantarlos. A veces los espíritus crean desorden simplemente porque necesitan ayuda. Yo mismo he obrado muchas veces como intermediario entre un dueño de casa y un espíritu. Hace poco, un actor muy conocido me llamó desesperado porque manos invisibles apretaban la garganta de su esposa cada vez que ella se acostaba. Fui a su casa y, en efecto, a los pocos minutos de estar en el dormitorio, descubrí allí la presencia de un espíritu. Me comuniqué con él y supe así que se trataba de un anciano que había trascurrido muchos años enfermo en aquella habitación y que, finalmente, había fallecido en la misma cama. Le pregunté por qué molestaba a la esposa del actor . Y él me contestó: "Porque se trata de una mujer equivocada". Comprendí que lo que él intentaba indicarme era que la joven esposa del actor no era la mujer que, según él, pertenecía a ese cuarto. Le pregunté entonces al espíritu a quién le hubiera gustado tener en ese cuarto y él me contestó: "A mi enfermera". Y agregó: "Dígale a esta señora que suba al piso de arriba". Por supuesto, le comuniqué a la pareja el deseo del espíritu y, para mi sorpresa, ellos me relataron que, preocupados por lo que estaba ocurriendo, hacía tiempo que tenían pensado mudarse al piso de arriba. Al día siguiente regresé a la casa de la pareja y descubrí algo sumamente interesante: el espíritu no había tomado conciencia de haber muerto y por lo tanto quería permanecer en cama, atendido por su enfermera. Le expliqué que él ya había muerto y que por lo tanto ya no necesitaba permanecer en la cama. Le dije que ya podía desplazarse de un lado a otro sin dificultad y que por lo tanto no tenía por qué molestar a la joven señora. El espíritu comprendió y no la molestó nunca más.
—¿Cuál es su actitud, Mr. Johanson, frente a los que no creen en el más allá ni en estas historias?
—Oh, yo sé perfectamente que muchos no nos creen. Pero la antigüedad del espiritismo es indiscutible. El espiritismo moderno no es, como muchos suponen, la supervivencia de las supersticiones y de las creencias desechadas; es la renovación de conocimientos. En las sociedades contemporáneas menos sofisticadas, la vida después de la muerte es aceptada sin vacilaciones, pero a medida que el hombre se intelectualiza, su facultad perceptiva se va empañando... Especialmente cuando el materialismo corroe sus valores y el escepticismo nubla su visión. De cualquier manera, nosotros disponemos de suficientes evidencias como para comprobar, sin sombra de duda, que las personas con las cuales nos comunicamos son personas fallecidas que anhelan transmitir amor a sus seres queridos.
Tom Johanson se incorpora para despedirse. No tenemos que engañarnos: nuestra actitud "abierta" y nuestro deseo de aceptar algunas ideas que contradicen nuestras suposiciones, pueden ser el resultado de la tendencia que todos tenemos de creer lo que realmente deseamos crear. Mr. Johanson me saluda y me obsequia con un ejemplar de The Spiritualist Gazette, periódico que edita mensualmente la Asociación. Lo hojeo. Un aviso me llama poderosamente la atención. Dice: "Nos especializamos en exportar fantasmas a los Estados Unidos y a Europa. King & Mills Antiques. 17 Station Approach, Gerrards Cross Bucks. Teléf.: 84918. Si usted tiene muebles antiguos u objetos con fantasmas, podemos hallarles un nuevo hogar. Presupuesto gratis".
Fuente: Revista Siete Días (Argentina)
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