Me despertaba ya en un estado de parálisis, asustada sin razón alguna, totalmente consciente, totalmente despierta. No existía confusión en mi mente, no había duda de que estuviera o no soñando. No estaba soñando. En vano intentaba moverme. No podía voltearme, no podía hablar, y casi no podía respirar. Había una presión sobre mi pecho —una presión repugnante y avasalladora— que eventualmente se apoderaba de todo mi cuerpo. Me empujaba tanto en la cama que llegaba el punto en que podía sentir y ver cómo el colchón se moldeaba con mi cuerpo. Estaba aterrorizada y confundida.
Junto con esa inmovilización surgía la sensación de que existía una presencia en la habitación conmigo —alguien o algo que estaba haciéndome esto—. También tenía la impresión de que debía saber algo que en realidad no sabía. Trataba de liberarme de la presión, luchando lo más fuerte que podía, pero mi esfuerzo nunca fue suficiente.
Estos sofocantes sueños durarían diferentes lapsos de tiempo sobre los que yo no tenía ningún control. A veces eran episodios muy breves, de unos cuantos segundos, y en ocasiones duraban minutos que parecían horas.
La peor parte de esta experiencia era que a veces la presión era acompañada de caricias invisibles en mis senos o en la parte interior de mis muslos. Esto me aterrorizaba tanto, que sentía un chillido dentro de mi garganta que era apagado por la paralizante presión. Todo lo que podía hacer era esperar a que se acabara. Invariablemente me dejaba agotada, violada y aturdida. Muchas veces contemplé la idea de que me estaba volviendo loca. No se lo comenté a nadie, no sabía como explicar lo que estaba sucediendo. [1:26-7]
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... Cerca de cuatro horas después estaba despierta y paralizada como era usual. Podía ver mi habitación y las estrellas afuera. Vagamente, entre sueños, oía a Francisco ladrar. Trataba de moverme, pero no podía. Comenzó la presión en mi pecho, avanzando lentamente hacia todo mi cuerpo. Empecé a hundirme en la cama, cada vez más aterrorizada. No podía gritar, aunque trataba de hacerlo. Algo era diferente; la presión se sentía particularmente fuerte y muy persistente. Estaba consciente de una presencia femenina. Esta percepción no era visual, sino de naturaleza sensorial, tal vez extrasensorial. Producía una sensación localizada en algún lugar detrás del miedo [sic], en el área del plexo solar de mi pecho, en el mismo lugar del cuerpo en el que uno sintiera náusea. Todas las otras veces esta sensación me indicaba que la presencia era masculina, además de ser triste, pesada y lúgubre...[corte nuestro, U.S. & ITIPCAP] Esta presencia femenina se sentía muy enojada, hostil. En cierta forma parecía más fuerte que su contraparte masculina, y no estaba bromeando. Sentí que quería mi atención, que yo entendiera que hablaba en serio. ¿Pero qué quería exactamente? Lo que trataba de comunicarme sin duda era algo urgente.
Después de unos minutos el horror, liberó mi cuerpo. Me senté y miré el reloj; eran las 5 a.m. Prendí la luz, impactada, asustada, llorando. [1:105]
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Creo que tuve uno de tus sueños sofocantes. Desperté hace una hora sintiendo que estaba siendo presionado contra la cama. Definitivamente había algo o alguien en esta habitación conmigo, pero cuando miré alrededor no encontré nada. Y no podía moverme —ni un solo músculo—. Lo más extraño es que no podía hablar, y casi sentí que no podía respirar. Traté de luchar contra lo que haya sido, pero la situación sólo empeoró. Parecía que entre más luchaba, más fuerte era presionado contra el colchón. Decidí que era inútil combatir esto , así que tomé la respiración más profunda que pude y traté de relajar mi cuerpo. Sin embargo, fue difícil, porque debo admitir que estaba asustado. Cuando me liberé de la tensión, y conscientemente dejé de tener miedo, la presión disminuyó un poco. Momentos después se fue... [1:110-11]
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