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Vintila Horia |
Willem H. C. Tenhaeff |
Camino a lo largo del canal y de las casitas pintadas, bajo el sol que logra apenas agujerear la niebla. Las aguas parecen estancadas, como en Venecia, pero son las de un río. Grandes árboles reflejan su cara de invierno en este espejo holandés, donde hace no tantos siglos que Rubens y Rembrandt imaginaron su mundo más real que el de la realidad. Es un sitio de claroscuros, de complementariedades, una tierra misteriosa donde vivió Spinoza en conflicto con los suyos, donde Erasmo pensó una nueva relación entre el hombre y Dios, donde vinieron a refugiarse y a publicar los perseguidos de toda Europa, donde nació la gran pintura flamenca. Donde los mejores joyeros del mundo siguen almacenando riquezas y puliendo el reflejo del sol en la piedra diamantina traída desde muy lejos.
Un sitio donde el mar penetra en las casas y en los corazones, donde las escaleras interiores son tan empinadas como las de los barcos, donde el contacto con el exterior no excluye el otro contacto con el horizonte interior. No es quizá pura casualidad el hecho de que Utrecht haya sido la primera ciudad europea donde la Universidad se haya decidido a crear una cátedra de Parapsicología. Nada es fruto del azar. Holanda es un país donde abundan las personas con dones de clarividencia, telepatía, poderes ocultos. Y es el profesor Willem Tenhaeff el que las estudia, clasifica, interpreta. Hace cincuenta años que está inclinado sobre ese extraño mundo. Y su conclusión me parece digna de darse a conocer, puesto que es más original que otras y, de alguna manera, linda con las últimas conclusiones de los físicos: para llegar al fondo del problema es preciso partir desde el punto de vista de lo cualitativo. No de lo cuantitativo y estadístico, como otros parapsicólogos, entre ellos Rhine, cuyo método es parecido al de las ciencias de la materia. Tenhaeff se interesa no sólo por el cómo sino por el porqué.
Tomemos un ejemplo, mientras paseamos juntos, el lector y yo, a lo largo del canal, dentro de la magia discreta del sol y de la niebla, y nos acercamos, a través del patio de la catedral, al laboratorio de Tenhaeff. Un paragnosta, es decir, un clarividente, alguien que logra conocer con medios situados al lado del conocimiento común y corriente, no es capaz de detectar y explicar todos los tipos de problemas o de preguntas que se le presentan. Uno puede descubrir al autor de un robo, otro puede ver dónde se esconde el cadáver de un niño engullido por las aguas, o leer en el porvenir. Ninguno es capaz de ver todas estas cosas, no tiene el don de ser un clarividente total. ¿Por qué? Sencillamente porque —y en eso la Psiquiatría y la Psicología modernas han sido de una gran ayuda— un vidente o paragnosta es lo que es, en general, porque en su infancia ha sufrido un traumatismo peculiar que ha orientado o abierto su sexto sentido hacia un tipo de problemática estrictamente relacionado con su caso. Por ejemplo: uno de los videntes estudiados por el profesor Tenhaeff había sido acusado, por su padre, en su infancia, de haber robado algo. El hecho dejó en él una huella imborrable, y, poco a poco, esta injusticia le orientó inconscientemente hacia el deseo de descubrir a los ladrones, para evitar así que los inocentes como él caigan en la trampa de las falsas sospechas. Croiset, el médium con el que el profesor Tenhaeff trabaja desde hace muchos años, puede ver los cadáveres de los niños que caen, con cierta frecuencia, en los canales de Holanda. La misma Policía holandesa y los padres acuden a él y en seguida se descubre el lugar. Porque a la edad de ocho años Croiset cayó a un canal y aquel acontecimiento traumático produjo en él esta posibilidad de ver, pero dirigida hacia una determinada clase de hechos. Aunque Croiset es mucho más complejo y logra descubrir escondrijos de todo tipo o proyectar su mente hacia el futuro; pero su, digamos, especialidad, está más bien relacionada con el agua.
No se trata, pues, de clasificar una serie de datos y personas, sino de llegar más hondo, tocar el aspecto cualitativo del problema. Sin excluir lo parapsicológico en sí; es decir, lo situado al lado de la Psicología, lo que la Ciencia oficial no acepta en cuanto objeto de estudio.
Paso cerca de la catedral, embestida y abatida por un huracán hace ya mucho tiempo y de la que sólo queda en pie una torre gigantesca, dando cuenta de la grandeza del antiguo edificio gótico, y una parte del mismo. Luego, por calles alegres, llenas de colores, me acerco al Instituto de Parapsicología, que el profesor Tenhaeff dirige desde 1933, cuando fue nombrado profesor agregado de la Universidad de Utrecht, para conseguir en 1953 la cátedra de dicha disciplina. Hace diez años que tenía que haberse jubilado, pero el Gobierno promulgó un decreto especial que le permitió continuar sus estudios, sus clases y sus investigaciones más allá del límite de edad.
—He estudiado muchos casos y muchos seres —me dice el profesor Tenhaeff en su despacho— y he llegado a la conclusión de que la Parapsicología está obligada a abandonar el método cuantitativo. Hacer estadística no tiene ya ningún sentido. El parapsicólogo tiene que ocuparse de la personalidad del ser humano superdotado, por así decirlo, con dones paranormales. Es así como he llegado a la creación de una parapsicología antropológica, que no se propone estudiar únicamente los fenómenos, sino a dichos fenómenos en estricta relación con la personalidad humana que los produce.
—¿Qué método ha utilizado usted en sus investigaciones psicológicas? ¿El de Freud o el de Jung?
—No soy dogmático. He utilizado todo lo que la Psicología contemporánea podía brindarme con el fin de mejor esclarecer mis investigaciones. Como usted sabe, mi convicción es que todos nosotros poseemos alguna que otra posibilidad paranormal desde el mismo momento en que nacemos. Algunos en mayor, otros en menor grado. Se trata sólo de saber desarrollarla. Por esto, me parece imprescindible que la actual investigación se desarrolle en un plan universal, con el fin de poner en común todos nuestros conocimientos, organizar en todas partes centros de investigación parapsicológica, estudiar todos los datos posibles y llegar juntos a una conclusión, con el fin de transformar esta ciencia en algo útil para el hombre. Hace mucho tiempo que filósofos y científicos se están ocupando de este tipo de fenomenología, como Francis Bacon en el siglo XVII o Swedenborg y Kant en el XVIII, y la conclusión de todos ellos fue que los fenómenos paranormales se habían manifestado siempre, a lo largo de la historia. William James, Charles Richet y Lombroso, en el siglo pasado, se han acercado a ella desde un punto de vista más riguroso, y fue así como hoy la Parapsicología puede ser considerada como una ciencia. El profesor Rhine, de la Duke University, siguiendo un método únicamente cuantitativo, complementario del mío, ha sido el primero, por ejemplo, en estudiar científicamente el fenómeno de la telepatía. Yo lo he estudiado también, pero con los niños y utilizando no las cartas Zener (las que utiliza Rhine), sino con cartas en las que habíamos dibujado símbolos que podían apasionar a los niños, relacionados con los cuentos infantiles y haciendo jugar a sus maestras el papel del hada buena. Fue así como, a través de 1180 niños y 88 profesoras y durante más de tres años de experimentos, he podido averiguar este hecho notable de que el niño tiene más posibilidad que el adulto de adivinar, ver y describir un objeto a distancia sin utilizar su vista normal. El hecho psicológico interesante es que hubo más acierto entre los niños que lograban confundir a la institutriz con el símbolo de la figura de la madre. Es curioso, ¿verdad? La relación entre lo paranormal y la psique es íntima y permanente. Según Carus, el médico de Goethe, el ser humano primitivo, de alguna manera parecido al niño de hoy, tenía desarrollada al máximo la posibilidad telepática y las demás. Nosotros la hemos perdido a lo largo del tiempo, desarrollando la percepción directa de los sentidos.
—Sus estudios y experimentos más famosos están relacionados con la precognición o proscopia, como la suelen llamar los parapsicólogos.
—Sí; y es uno de los fenómenos más apasionantes y más difíciles de interpretar. Mire, me sucedió hace años lo siguiente: estaba haciendo unos experimentos en una clínica de Amsterdam y uno de los sujetos con el que yo experimentaba me dijo un día (era en 1937) que dentro de algún tiempo iba a tener la visita de la reina Guillermina, del príncipe Bernardo y de la princesa Juliana, hoy reina de Holanda. Me pareció absurda aquella predicción. Sin embargo, poco tiempo después, un psiquiatra me puso en relación con una señora que empezó en seguida a enviarme cartas proféticas. En una de ellas me decía que había soñado con un puente, por debajo del cual pasaba una carretera, que ésta se encontraba en reparación y que veía al príncipe Bernardo chocar con un camión en aquel mismo sitio. Veía incluso al príncipe caído debajo de su pequeño coche. Dos días después la predicción se cumplió con una exactitud escalofriante, y al príncipe, mal herido, lo trajeron a la clínica donde yo me encontraba. En seguida se trasladaron a la misma reina y la princesa Juliana, para atender al herido. Tengo muchas pruebas de precognición, cosas que me han sucedido o que me han contado. Freud sostiene que el pasado próximo aparece con frecuencia en los sueños. Yo diría que también el futuro próximo.
—¿Cómo llega usted a explicar un fenómeno tan extraño?
—Nada es extraño. Basta escudriñar un poco, enfocar el fondo psicológico del problema. El caso de la señora que sueña con el accidente del príncipe Bernardo es sencillo: lo he indagado detenidamente. Ella misma padecía de lo que en la psiquiatría freudiana se llama un complejo paterno negativo, llegando éste a un nivel obsesivo. Como usted sabe, el concepto de príncipe en casos así llega a confundirse con el de padre; el símbolo del príncipe es el del padre. Aquella señora no hubiera nunca soñado con el accidente proscópico, o profético, del príncipe Bernardo, si no hubiese padecido de su complejo. Es como Croiset con las visiones de los niños ahogados, relacionados directamente con el accidente que ha sufrido en su infancia. Pero pasemos a otro tema, tan curioso y elocuente como el precedente: una señora me dijo un día, en 1938, que yo iba a emprender un viaje a Estados Unidos, que el viaje de ida iba a durar seis días, y el de vuelta, de cuatro a cinco semanas. Todo aquello me pareció irreal y absurdo. Pero en 1939 fui invitado a dictar unas conferencias a Estados Unidos y el viaje de ida duró, en efecto, seis días. Pero a la vuelta estalló la guerra, los ingleses bloquearon nuestro barco y tuvimos que esperar cinco semanas en un puerto del Canal de la Mancha.
—Usted cita a Swedenborg en algunos de sus escritos. Es una de las personalidades más fascinantes en la historia de la Parapsicología. Fue de los primeros en hablar de precognición. De viajes en el tiempo y en el espacio, de espiritismo. ¿Cuál es su opinión sobre todo esto? Yo me apasiono, al mismo tiempo, por la parapsicología y el esoterismo, con el fin de mejor comprender estos fenómenos, pero me resulta sumamente difícil hacer coincidir las dos tesis. La una contradice a la otra.
—Yo soy científico. No me ocupo de religión y metafísica. Trato de encontrar explicaciones científicas, y nada más. En cuanto a Swedenborg, usted, si lo ha leído, recordará la famosa prueba que le fue impuesta por la reina de Suecia, Ulrica, hermana del rey Federico de Prusia. La reina se había enterado de los dotes de Swedemborg, de aquella visión que había tenido del incendio de Estocolmo, encontrándose el mago a kilómetros de distancia (en Upsala, si no me equivoco), y entonces lo llamó a palacio y le dijo que mientras el rey Federico se estaba muriendo en Potsdam, un año antes, ella y su hermano habían hablado de algunas cosas de las que sólo ellos estaban enterados. ¿Cuáles eran aquellas cosas? Que si Swedenborg podía ponerse en contacto con el mundo de los espíritus, que llamase al rey difunto y se lo preguntase. Una semana después, Swedenborg volvió con la respuesta, que era exacta. Ahora bien, yo no creo que en este caso se trate de espiritismo y de contacto con los difuntos, sino de un contacto vivo, telepático, entre el inconsciente de Swedenborg y el de la reina Ulrica. ¿No le parece a usted? Nuestros pensamientos tienen una forma y se ponen a veces en contacto telepático como los cuerpos. Yo he tenido un gato llamado Leo al que llegué a querer mucho. Después de perderlo, mucha gente seguía viéndolo en mi derredor. Hay formas de pensamiento que se pueden fotografiar. El médium norteamericano Ted Serios logra concentrarse de tal manera que un día lograron fotografiar un cuadro situado en un museo lejano, pero al que Serios reprodujo con claridad en su memoria. La máquina enfocó la cabeza de Ted Serios y logró captar perfectamente la imagen allí depositada. El profesor Bender se ocupó también de este caso y reprodujo en uno de sus libros* la fotografía con el cuadro, fotografiado no en la sala del museo donde está colgado, sino en la memoria del médium. No me parece imposible el contacto telepático entre vivos y muertos, pero hasta el momento, a pesar de todas las pruebas, yo me inclino a creer que se trata más bien de un contacto entre el médium y la persona que le consulta. Repito: esto no excluye la posibilidad espiritista basada en otro tipo de contacto. He asistido a experimentos interesantes que parecen contradecir mi tesis; he visto un médium atado a una silla cayendo en trance hipnótico y una niebla formándose alrededor de su cuerpo, luego tomando formas precisas de miembros y caras humanos, luego desplazándose en el espacio para mover unos objetos situados a cierta distancia del médium, que seguía atado a su silla y a su trance. Lo que se movía era su cuerpo astral. Pero, ¿qué es este cuerpo astral? ¿Era del médium o de otra persona fallecida? El día en que descubramos, desde el punto de vista científico, lo que es el cuerpo astral, estaremos muy avanzados y podremos enfocar la posibilidad de conocer mejor lo que sucede después de la muerte. Por el momento, sin que yo excluya la vida después de la muerte, no hemos logrado tener pruebas científicas del llamado cuerpo astral.
—Pero entonces, ¿cuál es la causa de la visión que usted acaba de describir? ¿Cómo, a través de fenómenos parecidos, aparentemente materiales, los médiums ven en el futuro y no sólo en el pasado de las personas?
—Es posible que nosotros, seres hechos de materia, poseyéramos una segunda materia, fundamental e invisible, algo en lo que estuviéramos como sumergidos. Un campo de fuerzas, al que un científico holandés, Poortman, llamó "pluralismo ílico" o ilético (del griego hylos, que significa materia). Esto corresponde a lo que Platón llamaba "cuerpo astral". La Parapsicología posee una serie infinita de pruebas que dan cuenta de la existencia de dicho cuerpo astral, de este pluralismo ilético, que no es más que una de las posibilidades de aquel alma cósmica o universal, a la que los neoplatónicos conocieron también. De este modo, nuestros psiquismos individuales serían algo así como interdependientes. Fuera de nuestros sentidos, estaríamos como guiados por una realidad suprasensible superior a nosotros. De cualquier manera, el antiguo concepto que científicos y filósofos tenían de la materia ha dejado de tener vigencia. La materia es muy distinta de la manera en que ellos la enfocaban hace pocos decenios. El materialismo en sí, en cuanto doctrina y filosofía, no tiene ya ninguna razón de ser. Nos encaminamos, y esto es debido también a la investigación parapsicológica, hacia un nuevo concepto de la materia, lo que nos facilitará descubrir caminos y espacios inimaginables.
Durante algunos momentos hablamos de Croiset, del primer encuentro que el profesor Tenhaeff había tenido con él en 1946, poco después de la guerra. Le pregunto si puede facilitarme un encuentro con él. Descuelga el teléfono, habla con Croiset en holandés, luego me dice que el adivino, o el clarividente, o el curandero –porque Croiset es todo esto junto–, me espera a las tres de la tarde en su casa. Me habla de los congresos a los que ha asistido en el extranjero, de sus publicaciones, de las que me regala algunas; de su colaboración con Eisenbud, en los Estados Unidos, y con otros científicos que se interesan por la Parapsicología. Es curioso, pero muchos físicos actuales, como Oberth, el creador de la "V-2" y el colaborador de Wernher von Braun en el programa espacial norteamericano, se dejan tentar por la fenomenología paranormal. El físico nuclear holandés Kistenmaker, me dice, está estudiando el carácter pluralista de la materia en el sentido parapsicológico de la palabra. Le comento el libro de Arthur Ford**, un famoso médium norteamericano, libro que acabo de comprar en una traducción alemana y que revela todo un horizonte desconocido. En fin, el nombre del profesor Ripi sale a colación. Y era inevitable. Acabo de estar con él, en Italia y sus revelaciones me han impresionado sobremanera. El profesor Ripi, seudónimo detrás del que se esconde el nombre de uno de los psiquiatras italianos más famosos, ha escrito un libro bajo el dictado de un espíritu, según la técnica conocida como escritura automática.
Mientras vuelvo hacia el centro, a lo largo del mismo canal, en el que el sol se refleja con más fuerza detrás de unas nubes bajas, sutiles y grises, como teatrales y espiritualizadas, pienso en todo aquello con una intensidad que me obliga a detenerme. La ciudad misma me parece irreal. Todo lo que he visto y oído en estos últimos meses, también. Durante un momento, la niebla se levanta completamente y aparece un trozo de cielo azul. Las casas se ríen con sus colores y ventanas de juguete. Los globos y las guirnaldas de Navidad que la brisa mueve por encima de las calles, reflejan la alegría del cielo. Es como un contacto, brevemente consentido. Luego vuelve la niebla, la clara oscuridad septentrional. Una gaviota vuela por encima del canal y sus alas no logran reflejarse en las aguas. Y estoy solo. Hace frío y hago un esfuerzo físico para no tener miedo.
Fuente:
En: Horia, Vintila (1975): "Encuesta detrás de lo visible".
Plaza y Janes. P. 97-103.
Notas:
* “Nuestro sexto sentido”, por Hans Bender. Stuttgart, 1971.
** Arthur Ford, “Informe sobre la vidad después de la muerte”, Nueva York, 1968.
VINTILA HORIA
(Segarcea, 1915 - Madrid, 1992)
Escritor rumano. Ha residido en Italia y en Argentina y, desde 1953, vive en España. Sus obras giran sobre el destino de la cultura occidental, el destierro y la mitología griega. Son notables Dios ha nacido en el exilio(1960) y Una mujer para el Apocalipsis (1968). Ha publicado también los ensayos Introducción a la literatura del s. XX (1976) y Literatura y disidencia (1980).
Fuente:
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/h/horia.htm |