Capítulo VII
PERSIANAS VERDES Y BARRILES ROTOS
[Caso de Muestra]
Una tarde de mayo de 1958, Hakwooort, el pescador de Urk mencionado en el caso 20 del capítulo VI, volvió a telefonear a Croiset. "Mi amigo Gnodde salió de su casa anoche a las 10 y todavía no ha vuelto", informó Hakvoort.
Después de oír esta breve frase, el paragnóstico comentó al punto: "Lo siento mucho. Puedo ver que se ha ahogado. Estaba bebiendo en la taberna y partió de allí en su motocicleta. Ésta se apartó del sendero y el pobre hombre cayó al agua. Encontrarán su cadáver cerca de algo verde... no lejos de su casa. Veo allí algunos barriles rotos y también algunos barcos de pesca..."
Hakvoort y un pescador amigo, Visser, saltaron a una lancha y se dirigieron hacia la zona portuaria de Urk. Como allí estaban anclados algunos barcos pequeños, al principio creyeron que ese era el lugar indicado por Croiset. Rastrearon la zona durante una hora sin encontrar el cadáver de su amigo.
Hakvoort volvió a telefonear al sensitivo de Utrecht y le informó que no habían logrado encontrar el cadáver. "No registraron en el lugar debido", exclamó Croiset. "¿Vieron algo verde... tal vez ventanas verdes?"
"No", admitió Hakvoort.
"Tengo la impresión de que se trata de algo semejante a celosías". El paragnóstico añadió: "También veo un muelle y vuelvo a ver algunos barriles rotos que yacen cerca de él, muy cerca de su casa. ¿Hay un muelle en el lugar que describo?"
"Pues bien, hay un embarcadero del otro lado de la casa de Gnodde", dijo Hakvoort.
"¡Bien!", replicó Croiset. "¡Miren allí!" Quizá encuentren una barca con persianas verdes en las ventanas del lavabo. Cerca de esa embarcación hay algunos barriles rotos".
Hakvoort y Visser volvieron a su lancha y la enfilaron hacia la dirección contraria. Algunos minutos después, vieron un barco de pesca anclado en el embarcadero y, en una ventana, persianas verdes. También vieron algunos barriles de cerveza rotos que formaban pilas en el embarcadero. Los buscadores echaron anclas y comenzaron a rastrear. Al cabo de pocos minutos extrajeron el cadáver de su amigo, que había quedado apresado debajo de la barca.
Las imágenes de Gérard Croiset fueron tan claras que había visto vívidamente el cadáver del pescador, aun cuando una persona que estuviera a cinco pies de él, sobre el muelle, hubiera sido incapaz de hacerlo.
Fuente: Pollack, J.H.(1967):
"Los Ojos del Milagro. Croiset el Clarividente"
Editorial Sudamericana
Pp. 186-7. |