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Urania, la Musa Celeste
URANIA

SEGUNDA PARTE
GEORGE SPERO

V. LA AURORA BOREAL - EL ASCENSO DEL GLOBO - EN EL MEDIO CIELO - CATÁSTROFE


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[Data de Fuente & Traducción]

 

*** La perturbación de la aguja magnética había anunciado la llegada de las luces del Norte, incluso antes que el Sol se haya puesto, y el globo estaba siendo llenado con gas hidrógeno, cuando el color verde transparente, que es el predecesor inconfundible de una Aurora Boreal, apareció en el Norte. En unas pocas horas más los preparativos fueron completados. La atmósfera estaba límpida, el cielo sin nubes. Las estrellas centelleaban en un cielo sin luna abrillantado sólo en las regiones magnéticas del Norte, por un círculo de luz suave que disparaba llamas rosáceas y verdosas que parecían como las palpitaciones de corazón de un ser desconocido y misterioso. El padre de Iclea que estaba presente en el inflado del globo, no tenía sospecha de la intención de su hija. En el último momento ella entró al paracaídas como si con el propósito de examinarlo. Spero dio una señal y el globo ascendió despacio y majestuosamente sobre la ciudad de Christiania, que, con sus miles de luces gradualmente disminuyendo de tamaño, pronto desapareció de la vista de los dos viajeros aéreos cuando ellos ascendieron en las regiones oscuras del espacio. El globo, tomando una dirección oblicua, se elevó ligeramente sobre las oscuras regiones, cuyas luces palidecían gradualmente, pronto desaparecieron de vista. Los ruidos de la ciudad fueron, al mismo tiempo, perdidos a la distancia, y un profundo silencio, el silencio de las regiones superiores, cubrió el bote aéreo. Impresionada por la extraña calma, y todavía más, quizás, por lo novedoso de su posición, Iclea se aferró a su intrépido compañero. Ellos estuvieron entonces ascendiendo rápidamente en el aire. La Aurora Boreal pareció descender hacia ellos difundiéndose debajo de las estrellas como un ropaje flotante de oro y morado, tornasolado con luces eléctricas. Spero, con el auxilio de un pequeño globo de vidrio conteniendo luciérnagas, tomaba observaciones de tiempo en tiempo con sus instrumentos, marcando los grados indicados por ellos cuando ascendían. El globo continuó remontando. ¡Qué intensa alegría para el científico! En unos pocos momentos ellos debían alcanzar el plano de las luces. Él estaba cerca de resolver el problema de la altitud de la Aurora Boreal, que tantos famosos científicos, entre ellos, a la cabeza, sus amados maestros -los dos grandes "psicólogos y filósofos"- Oersted y Amperio, habían intentado resolver en vano. Iclea había recobrado su calma. "¿entonces tienes miedo?" le preguntó su amigo. "El globo es seguro. Nada hay que temer; cada posible accidente ha sido previsto; descenderemos en una hora. No hay asomo de viento soplando desde la tierra".

*** "No", dijo ella, mientras una llama iluminaba su figura con un brillo transparente, rosado. "No tengo miedo, todo es tan extraño, tan hermoso, tan divino; para mí, en mi insignificancia, parece sublime. Yo temblé por un instante. Me parece que te amo más que nunca".

*** Y arrojando sus brazos alrededor de su cuello ella le estrechó un abrazo largo y apasionado.

*** El solitario globo aerostático navegaba a través de las alturas aéreas en silencio, un globo de gas transparente encerrado en una frágil cubierta de seda, de la cual ellos podían divisar, desde el paracaídas, las divisiones verticales que se encontraban en la cima alrededor del anillo de la válvula; la parte inferior del globo permanecía bien abierta para la expansión del gas. La "oscura brillantez " de la que habla Corneille, arrojada por las estrellas, habría dado suficiente luz sin la luz de la Aurora Boreal, para distinguir la forma de la nave aérea. El paracaídas, suspendido a la red que cubría el globo de seda, fue sujetado por ocho sólidas cuerdas tejidas en la artesanía de mimbre alrededor de éste, y pasando bajo los pies de los aeronautas. El silencio era solemne y profundo; ellos casi podían escuchar el latido de sus corazones. Los últimos sonidos de la tierra se habían hundido en el silencio. Ellos se movían a una distancia de cinco mil yardas sobre la Tierra, soportados con increíble rapidez por las corrientes superiores de la atmósfera, de las cuales, sin embargo, nada sentían, porque un globo aerostático es sumergido en la corriente en movimiento de aire y permanece inmóvil, como si formara una parte de ésta. Habitantes únicos de estas elevadas regiones, nuestros dos viajeros experimentaban en su novedosa situación, la felicidad exquisita sentida por aquellos que respiran esta atmósfera pura y vigorizante. Y elevándose sobre el mundo bajo, olvidan en el silencio del espacio, todas las mezquindades de nuestro sistema terrestre. Y ellos, mejor que alguno de aquellos que los han precedido, fueron capaces de disfrutar los encantos de esta situación única, exaltada diez veces por el sentimiento de su propia felicidad. Ellos conversaban en tonos bajos como si temieran ser escuchados por los ángeles y que la mágica temporada que los sostenía suspendidos cerca del cielo se rompiera. A veces, destellos repentinos, las luces de la Aurora Boreal, pasaban delante de su vista, luego todo retornaba a una oscuridad más profunda y más insondable que antes.

*** Ellos continuaron navegando como en un sueño, entre las estrellas, cuando un repentino sonido como un sordo silbido se hizo perceptible a sus oídos. Se inclinaron sobre el borde del paracaídas y escucharon atentamente. El sonido no venía de la tierra. ¿Era el zumbido de las corrientes eléctricas de la Aurora Boreal? ¿Era alguna perturbación magnética en las regiones superiores del aire? Las luces destellaban repentinamente desde las profundidades del espacio, iluminando sus figuras por un momento, luego se desvanecieron. Ellos escucharon sin aliento - el sonido era a su lado próximo - era el gas escapándose del globo.

*** Ya fuera que la válvula se había abierto por si misma, o que alguno de ellos había presionado accidentalmente la cuerda que la aseguraba, el hecho era el mismo - ¡el gas se estaba escapando!

*** Spero pronto descubrió la causa del sonido que los había alarmado, pero fue con terror que lo hizo, porque fue imposible cerrar la válvula de nuevo. Él examinó el barómetro, que empezó a elevarse lentamente - el globo, entonces, estaba descendiendo. Y el descenso, despacio al principio, pero inevitable, iría en incremento en proporción matemática. Mirando en el espacio bajo ellos, vieron las luces de la Aurora Boreal reflejadas en el espejo lustroso de un vasto lago.

*** El globo descendió con velocidad hasta que no estuvo más de tres mil yardas sobre el suelo. Aunque aparentemente calmo, el infortunado aeronauta no se engañaba en cuanto la inminencia del peligro. Él tiró por la borda, en serie, todos los lastres que permanecieron, las alfombras, los instrumentos, el ancla, hasta que el paracaídas estaba vacío; pero este aligeramiento del globo era insuficiente, y sirvió para disminuir su velocidad sólo por un instante. Descendiendo, o mejor precipitándose ahora, con rapidez inconcebible, el globo estaba sólo unas pocas cientas yardas sobre la superficie del lago. Un violento viento empezó a soplar de abajo, y silbaba cerca de sus oídos.

*** El globo dio vueltas alrededor, como si cogido en un vórtice. De repente George Spero se sintió enganchado en un abrazo íntimo, sus labios presionados por un largo beso. "Maestro mío, Señor mío, mi Todo, Te amo!" ella exclamó, y apartando las cuerdas con sus manos, se precipitó del globo.

*** El globo, aligerado de su peso, se disparó como una flecha. Spero estaba a salvo.

*** La caída del cuerpo de Iclea en las profundas aguas del lago produjo un sonido sordo, extraño y terrible, en el silencio de la noche. Loco de angustia y desesperación, su cabello erizado con horror, mirando al espacio, pero sin ver nada, mientras el globo se disparaba a la altura de mil yardas, él colgaba con todo su peso en la cuerda de la válvula con la esperanza de descender a la escena de la catástrofe; pero la cuerda no funcionó. Él la manipuló en la oscuridad, pero sin resultado. Sintió bajo su mano el pequeño velo de su amada, que había permanecido atrapada entre las cuerdas, el velo ligero, pequeño, perfumado, todavía impregnado con el perfume intoxicante de la respiración de su hermosa compañera. Él examinó las cuerdas atentamente, se imaginó haber descubierto las huellas que las pequeñas, empuñadas manos [de su amada] habían hecho sobre ellas, y colocando sus manos donde unos pocos segundos antes las de Iclea habían descansado, se lanzó del globo.

*** Por un instante su pie permaneció atrapado entre las cuerdas, pero el tuvo el coraje de soltarlo, y cayó dando vueltas en el espacio.

*** Algunos pescadores, que presenciaron la tragedia, remaron rápidamente al lugar donde la joven había caído en el lago, y tuvieron éxito en rescatarla. Ella estaba todavía con vida, pero todos los cuidados prodigados no pudieron evitarle el desencadenamiento de una fiebre. Por la mañana los pescadores arribaron a una de las pequeñas ciudades en las riberas del lago, y la cargaron a su humilde morada. No bien hubo recobrado una vez sus sentidos, "¡George!", gimió, abriendo sus ojos, "¡George!" y eso fue todo. Al día siguiente ella escuchó el tañido de la campana del pueblo. "¡George!" repetía, "¡George!" Ellos habían encontrado su cuerpo, una masa informe, a unos pocos pasos de distancia de las riberas del lago. Su caída, de una altura de más de mil yardas, había comenzado sobre el lago, pero el cuerpo, manteniendo todavía el movimiento comunicado a éste por el movimiento horizontal del globo, no había caído vertical, sino descendido oblicuamente, siguiendo la línea de progreso del globo; y había caído -una masa precipitada desde el cielo- en un campo en las riberas del lago, dejando una profunda impresión en el suelo, y rebotado a una distancia de una yarda del lugar de la caída. Los mismos huesos, incluso, fueron reducidos a polvo, y los sesos habían escapado del cráneo. Apenas su tumba fue sellada, otra fue abierta a su lado para Iclea, quien murió llamando, con sus últimas inflexiones de voz, "¡George!" ¡George!"

*** Una piedra cubrió ambas tumbas, y el mismo sauce proyectó su sombra sobre su último sueño. Hasta hoy, los habitantes de las riberas del hermoso Lago Tyrifiorden preservan en sus corazones un triste recuerdo de la catástrofe, ahora casi una tradición, y nunca muestran al viajero la piedra que cubre las tumbas de los amantes, sin que traiga a sus mentes la triste memoria de un sueño desvanecido.

 

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Camille Flammarion

Camille Flammarion
(1842 - 1925)

Camille Flammarion (1842-1925), astrónomo francés conocido por su talento para popularizar la astronomía. En 1862 fue expulsado del Observatorio de París por Urbain Le Verrier después de que publicara su obra La pluralidad de los mundos habitados. Esto no impidió a Flammarion continuar sus observaciones. En 1879 publicó su manual de astronomía popular, que tuvo un inmenso éxito. Entretanto trabajó como calculador en la Oficina de Longitudes; sus capacidades en materia de astronomía fueron muy reconocidas. En 1883 hizo construir un observatorio en el municipio de Juvisy-sur-Orge, donde se instaló y continuó sus investigaciones hasta su muerte. Realizó numerosas observaciones de los planetas del Sistema Solar y en 1887 fundó la Sociedad Astronómica de Francia.

Fuente de la presente cita onomástica: "Camille Flammarion." Microsoft ® Encarta ® 2007. [CD] Microsoft Corporation, 2006.


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